![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi-cp8Aa3fTF0kihB8fIcdsyKq-jRQjF7tAD3F03Pu5Q53zJIkKN3Gihc9SPQ5jVU1c2hyphenhyphen8vrnljMfxuW-8yH5dvgCZjWu1eaJQMYfBiwYkkABSs77aZTjJEIjAbuRTM4o5DUZildH8RCA/s1600/museo.png)
Ese hotel es el que dio origen al actual Museo Nacional de
Inmigración que guarda en sus paredes la historia viva del origen de nuestra
población. Allí los inmigrantes que llegaban al país se alojaban gratuitamente
durante un período mínimo de cinco días en el que se los instruía sobre la
geografía, historia y leyes argentinas, hasta el momento en que conseguían
trabajo y en su gran mayoría iban a parar a los conventillos.
La marca del paso:
los registros
Hay una última reliquia que guarda este museo y que fue
ubicada en una sala especial: los libros de registro de aduanas en los que se
anotaron los nombres de las personas que ingresaban y algunos de sus datos.
Pudimos apreciar tres de esos libros que, dentro de una vitrina, se exhiben al
público.
Pero la sorpresa viene de mano de la tecnología. El Centro
de Estudios Migratorios Latinoamericanos se encuentra en proceso de pasar los
datos de las actas de inmigración a sistemas de computadoras. Si bien ciertos
registros se han perdido, son cada vez más los datos con los que cuenta el
centro y por una pequeña contribución cualquiera puede acercarse al mostrador
que se encuentra dentro del museo y pedir que se busquen los datos de un
antepasado. Se puede llegar a saber en qué fecha, barco y con cuál oficio
ingresó al país.
De esta forma, la visita a un museo puede terminar como un
acontecimiento muy personal.
1 comentario:
Hay una imagen que debió ser de tamaño menor, pero igual...
¡Buen trabajo chicas!
Publicar un comentario